Llega un momento en que deja de doler. El reloj ha marcado
las mismas horas demasiadas veces y ya no importa que vuelva a hacerlo. Las
fotos se descuelgan de la pared y a veces se echa de menos lo que se sentía,
aunque ya no se desee verlas. Mil veces más de las que me gustaría despierto
con sueños que no quiero soñar y permanecer despierto es la acción más
inteligente. Me pregunto cuántas noches faltan para cumplir la condena y trato
cada día de encontrar la mejor versión de mí mismo para destruir la anterior.
No parecía un plan tan complicado cuando estudiaba la teoría, y sin embargo
sigo arrastrando ciertas piedras que por algún extraño motivo me cuesta soltar.
El suelo parece un buen sitio donde descansar, pero tras tanto uno se da cuenta
de que es momento de estirar las piernas. Entonces sigo observando la teoría con
la intención de alcanzar el doctorado, pero tras tanto observar sigo sin saber
qué hacer. Supongo que está bien, al aprender se parte de cero. Así que no
tengo prisa, aun cuando algunos días la paciencia se antoje caprichosa; detendré
el reloj hoy e intentaré avanzar ahora que nadie se mueve. Quién sabe, tal vez
así nunca noten que estuve en el suelo tanto tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario