La tierra se
estremeció y todo comenzó a
caer. El
caos se mostró como único orden
y todos
huían de un final inminente.
Te vi entre
la muchedumbre gritar de horror,
detenerte en
seco, arrodillarte, sentarte,
caer abatida.
Comenzaste a llover con toda la
angustia que
eso me provocaba, como si ese
fuese mi
final.
Yo también
caía en un abismo infinito, al
igual que todos
en esos tiempos, pero no
podía dejarte
ahí, sola, tan vulnerable…
Corrí entre
las ruinas que estaban formando
un nuevo
mundo y te sujeté justo antes de
caer. Mi
miraste; tenías miedo, el mismo que
yo si te hubieras
ido.
Te saqué de aquel
hoyo oscuro y siniestro
sin pensar
en mí mismo. Tú eras todo lo que
mis sentidos
necesitaban tener.
Te arropé
con mi cuerpo para que todo
se derrumbara
sobre mí y tú salieras ilesa.
Cuando todo
acabó allí estabas, mirándome.
Ese fue mi
regalo, mi nuevo mundo, mi
nueva vida. Porque
no importa el riesgo si
es tu
bienestar el que está en juego.
Tal vez sean
mis brazos los que consigan
salvarte,
así como fueron tus ojos los que
salvaron mi
alma.