lunes, 5 de diciembre de 2016

Nuestra llama

Una vela encendida puede ser la representación del caos; si la llama se prende más allá podría arrasar con todo lo que hubiera a su alrededor y su movimiento nos mostraría la inestabilidad y las múltiples formas que esa pequeña llama podría tener.

Sin embargo, cuando colocamos la misma vela en un lugar plácido, ésta permanece estable y nos muestra una sola forma, representando así la quietud, la serenidad, la paz.

Nuestra mente, al pasar por momentos duros de mucho estrés, enfados o momentos que por alguna razón nos cuesta superar,  se observa como el incendio; incontrolable y dañino, capaz de asfixiarte y acabar con tu consciencia; pero al igual que ocurría con la vela, si permitimos que se mantenga en un lugar tranquilo y pacífico permanecerá relajada, centrándose justo en aquello que tiene delante.

Para mí, el secreto está en dejar a un lado los deberes de vez en cuando y hacer aquello que realmente deseas hacer; perderse en un lugar precioso donde el ruido del día a día no te alcance y puedas ver lo que realmente necesitas, descubrirte a ti mismo y mantener la llama inalterable; centrarte simplemente en lo que estás haciendo, sin pensar en después ni en antes
.
Conseguirlo no es sencillo, pero merece la pena intentarlo. Pues cuando lo consigas podrás hacer todo lo que antes hacías pero disfrutando aún más de cada uno de esos instantes, sintiendo realmente que eres tú mismo. Descubrirás que eras mucho más fuerte de lo que creías ya que verás la vida con ojos calmados, sin las tensiones constantes que frecuentaban tu existencia. 

¿Por qué no intentarlo? Nunca es tarde para quererse a uno mismo.

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