Se trata de una batalla a la que llevo enfrentándome desde
el comienzo. Una batalla que parecía cesar por momentos para luego volver más
destructiva y dañina. Ha habido momentos en los que me he sentido verdaderamente
fuerte y he conseguido seguir, también con ayuda, pero ya estoy solo y no veo
tierra en el horizonte. Ha tratado de escapar con todas mis fuerzas pero eso me
sigue allá a donde voy. Y es que no hay ser más poderoso que uno mismo; sí, de
mí mismo hablo; de mi yo, porque nuestro ser puede ser en muchas ocasiones
nuestro propio enemigo. No hay mayor batalla que la que se crea en nuestra
mente, y esa es una de las afirmaciones con mayor verdad que he dicho, pensado
y escrito en toda mi vida. Cuando un pensamiento destructivo surge desde lo más
profundo de nuestra consciencia, mata lenta y dolorosamente toda nuestra alma;
la consume y en algunos casos transforma a la persona en alguien irreconocible.
Es difícil mantener el control cuando estás nublado, cegado; cuesta elegir las
acciones adecuadas y normalmente ese es el mayor problema. Cuando los achares
aparecen el propio ser se aleja, se autodestruye. Da miedo cuan poderosa es la
mente; da miedo el descontrol; da miedo pensar; da miedo perder a quien quieres;
da miedo la traición; da miedo perderse a uno mismo, porque corres el riesgo de
hacerlo. Tanto tiempo enfrentándose a fantasmas agota, pues recibe el aire cada
golpe, pues en realidad esa gran batalla solo transcurre en lo más profundo de nuestra
consciencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario