Soplaba un rico viento que nos desplazaba por aquel pequeño
río, rodeado de vegetación y calma, un lugar donde la tranquilidad estaba
asegurada y donde enfadarse era cosa de tontos. En el agua veíamos grandes
peces que adornaban el entorno y dulces ruiseñores recogiendo néctar de tantas
plantas que podían avistarse. Yo y mi compañero estábamos fascinados por todo
lo que en aquella tierra virgen se encontraba y habitaba. En alguna ocasión un
reflejo en el agua nos mostraba la presencia de sirenas y seres jamás vistos en
algún otro lugar. Era precioso, hasta el color de las piedras lo era. Más
adelante se apreciaba un pedacito de costa lo suficientemente grande como para
que nuestro barco atracara, y así lo hicimos. Nuestras tripas sonaban por tan
largo viaje; fue entonces cuando decidimos que buscar comida en la isla era la
idea más acertada. Saqué mi hacha y fuimos en busca de rica comida. En un árbol
muy grande encontramos un fruto muy parecido a un coco, muy apetecible, así que
lo cogimos y nos sentamos bajo su inmensa sombra para disfrutar del manjar.
Nunca había probado nada parecido, una verdadera delicia… En ese momento mi
compañero oyó algo entre los árboles. Nos agachamos y vimos nada más y nada
menos que a un pirata, con su pata de palo, su garfio y su parche en el ojo.
Llevaba una caja de madera muy pesada y detrás de él iba otro señor que parecía
un esclavo. No había otra opción, teníamos que ayudarle a escapar. Salí
corriendo hacia el pirata y le di con el mango de mi hacha en la
cabeza. Pude ver cómo le salían pajaritos y cómo sus ojos le daban
vueltas y vueltas del mareo del golpe. Agarramos al esclavo y salimos corriendo
dirección a nuestro barco; en ese momento recordé a Peter Pan venciendo al
capitán Garfio. Cuando llegamos a la orilla me llevé una desagradable
sorpresa… El barco se alejaba solo, a la deriva. ¿Tanto tiempo estuvimos en la
isla? Miré a mi compañero y al antiguo esclavo de aquel malvado pirata y ambos habían desaparecido… Me vi solo, observando como mi preciado barco se
alejaba más y más… ¿Cuándo crecí tanto? Ahora lo veo claro, no era más que un
simple barco de papel.
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