Cada ola viene y se va en una danza interminable e
incansable; en una danza sonora, relajante y armoniosa, de Dioses quizás. El
sonido de las rocas al chocar y la suave brisa que nos roza y eriza la piel. Que
nos calma y nos hace ver que la vida es preciosa, claro que lo es. Y como la
vida lo es la naturaleza, porque en ella solo hay vida, porque de ella depende.